El entusiasmo por lo general desaparece cuando se tiene que hacer lo que se necesita.
Sucede muy a menudo en la política. Y se ha dado por muchos años en las decisiones del Gobierno de México.
De la expectativa a la realidad. Cuando los buenos deseos no se pueden cumplir.
País de ensueño
Hemos vivido momentos de euforia y hasta de éxtasis. Sucedió en el 2000 con el triunfo de Vicente Fox y el PAN y lo cual representaba la caída del viejo régimen del PRI.
Meses después de este histórico hecho, un grupo de jóvenes hicieron circular por correo una historia por demás fascinante.
Contaban que el ex Presidente Ernesto Zedillo, cansado de la miseria, corrupción, inseguridad y de crisis económicas, decide internarse en un hospital de Houston para que congelen su cuerpo y lo revivan en el año 2025.
Al cumplirse la fecha, lo despiertan, abre los ojos y queda maravillado.
El hospital tiene una arquitectura vanguardista y se encuentra rodeado de una tecnología muy avanzada.
“Caray”, expresa asombrado Zedillo al doctor, “no cabe duda que los gringos siguen siendo la primera potencia del mundo”.
“No, mi amigo, está muy equivocado. Esto no es Estados Unidos, es México y se encuentra internado en el Centro Hospitalario Fox”.
“¿En el Hospital Fox? ¡No puede ser!”. “Así es, señor. Su cuerpo fue trasladado hace algunos años a este centro porque solo aquí podía recibir el mejor tratamiento, de clase mundial”, le resolvieron.
El ex Presidente sale a la calle, creyendo que todos se volvieron locos, menos él. Y lo que encuentra son rascacielos, autos de lujo en las calles y personas caminando tranquilamente, bien vestidos y hasta portando prendas de valor.
Toma un taxi y se va a su casa. Cuando baja, Zedillo pregunta: ¿Cuánto le debo? Y le responden: “tres foxes”.
Un país de ensueño que nunca existió. Solo en la mente de los políticos que llegan al poder.
La historia se repite
Pero, ya sabemos lo que realmente sucedió en el sexenio de Vicente Fox: no logró elevar el presupuesto para la educación, intentó aplicar el IVA a alimentos y medicinas y no alcanzó a cristalizar ninguna reforma importante.
Felipe Calderón, también del PAN, aunque hizo cambios en lo fiscal, en el sistema de pensiones, en lo energético con lo cual desapareció a Luz y Fuerza del Centro de la Ciudad de México, en el rubro de competencia y en lo laboral, no fueron trascendentales.
Peña Nieto, del PRI, consiguió el apoyo suficiente para la reforma energética y educativa, que la primera terminó ser un fraude y uno de los peores casos de corrupción en el país y la última afectó al gremio magisterial.
Cada uno de los Presidentes, buscó cumplir con sus promesas de campaña. A su manera, tratan de quedar bien con los electores que los llevaron al poder.
En su momento fueron atractivas al oído, parecían ideales, llegaban al sentimiento, estaban perfectamente planeadas desde la mercadotecnia, pero muy alejadas de la realidad.
Así, en cada elección, la población compra el producto. Genialmente diseñado, como que parecía congruente a lo que quiere el pueblo, pero que no se apega a lo que es verdaderamente necesario o a lo que sí se puede hacer.
Como consecuencia, cuando llegan al poder, nada encaja. Todo es contradictorio en el punto de vista técnico, científico, al amparo de la ley y a lo que es correcto.
Por eso, hemos visto Presidentes que ignoran la situación y se pasan por alto lo que es política y económicamente posible. Y terminan cometiendo aberraciones y muchos abusos en contra de los mexicanos.
De esta forma, quedan atrás aquellas figuras, del partido que sea, que causaron euforia en las campañas y que provocaron un deseo de cambio por el país.
La triste realidad los alcanza y terminan por decepcionar a los ciudadanos.
Y no importa si lograron una reforma, cambio o transformación en México. Al final, hacen lo mismo y la historia se repite.