El brojob —una alusión al blow job— va desde el sexo oral, el frotamientos con ropa, masturbación con las manos, hasta la penetración por el ano con los dedos, entre dos hombres que se aseguran heterosexuales.

 

En prisiones, escuelas militarizadas o fraternidades, esta conducta es relativamente común y a nadie le toma por sorpresa. Se pretexta que “no hay mujeres” y que “algo habrá que hacerse” para satisfacer la necesidad innata por el placer sexual. Sin embargo, esta práctica se ha vuelto cotidiana entre hombres que inclusive tienen una pareja estable.

Algunos varones sostienen que no se trata de sexo porque no hay penetración con el pene. Además, afirman que no hay ningún otro tipo de involucramiento entre ellos salvo el intercambio físico. Es decir, no hay besos, abrazos y menos palabras románticas o un «¿te quedas a dormir?» Luego de concluido «el favor» —justo después de llegar a la eyaculación— todo termina.

Este fenómeno, que por supuesto no es nuevo, ha incrementado y en los últimos años se ha vuelto parte de la conducta sexual de millones de hombres a lo largo del mundo. ¿Por qué?

«A veces los hombres se tocan con otros hombres y lo hacen por una serie de razones que no perciben como sexuales», dijo la doctora Jane Ward, autora del libro: Not Gay, Sex between Straight White Men para Queerty.

La especialista, quien es profesora de Estudios de Género y Sexualidad en la Universidad de California Riverside, afirma que estas prácticas no sólo son una señal de homosexualidad, sino una fobia a esta preferencia.

 «Una de las principales razones por las que lo hacen, irónicamente, es como una forma de fortalecer su heterosexualidad y expresar su homofobia. Es un «si puedo meter mi dedo en el culo de otro hombre y puedo hacer un gran espectáculo de lo estúpido que creo que es, y cuando he terminado me puedo levantar, todavía soy un hombre hetero, no gay. Ahora soy más heterosexual»».

De acuerdo con la experta, durante toda su vida los hombres sienten la amenaza de ser llamados homosexuales. Reciben un acoso constante desde todos los flancos posibles: la escuela, la familia, los medios de comunicación y el más leve descuido puede «convertirlos» en gays.

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